Éste artículo fue escrito por el autor hace un poco menos de veinte años.

No se preocupe en apurar el tranco.

Estamos en las mismas.

Y peor.

Y contando…

 

Escribir del conocimiento es peligroso a estas alturas de la noche. Demás esta decir que no creo en el “escuelismo”, es más, siento que esa mirada reduccionista de la realidad nos ha traido demasiados problemas en el intento de llegar a posturas serias dentro del “supermercado de creencias”. Me gusta hablar del ruido. Somos un planeta excesivamente bullicioso. Por dentro y por fuera. El ruido en torno a las religiones por ejemplo es ensordecedor. Usted ya sabe, la religión es la parte menos importante en la búsqueda de Dios. La mística es finalmente lo que cuenta. Es decir, el encuentro y esfuerzo personal que cada ser humano tenga con aquello que desea llamar Dios. Le invito a un breve paseo por las principales nociones del pasado mañana.

1.  “LA FORTUNA OTORGA DONES, QUE NO CONCUERDAN CON EL LIBRO”

Toda persona que haya intentado poner en práctica un solo libro esotérico se habrá dado cuenta que la realidad no concuerda con lo escrito en el libro. La experiencia personal le dá al interesado la verdadera revelación de la realidad, lo que podríamos llamar el “conoci-cierto”. Dedicarse a citar, repetir, comentar los comentarios de los comentarios es una afición excesivamente peligrosa. Admiro a Alexandra David Neel, a William Seabrook, a Paul Brunton, a Theos Bernard, (por nombrar solo a exploradores del espíritu. Indudablemente esta lista se puede ampliar a químicos, físicos, filósofos,etc.) y a tantos hombres y mujeres que no se conformaron con lo que dejó escrito en un libro un sabio ,un genio o un gran místico. Fueron allá, estuvieron ahí y, creo que en su mayoría gracias a esa rebeldía e inconformismo terminaron aportaron grandes visiones.

El conoci-cierto se estructura con experiencias de primera mano, jamás repitiendo. Es peligroso hablar con palabras ajenas, no tanto por esa ridícula expresión de que todos tenemos un “poquito de la verdad”, sino es peligrosa por exactamente todo lo contrario: es muy probable que no tengamos ni siquiera un poquito de verdad en nosotros. Soy un convencido que el famoso “poquito de verdad” se gana con sudor y lágrimas, que no se regala a cualquiera que desee abrir la boca y cómodamente del living de su casa (con un martini en una mano y con el control remoto en la otra) sube y comenta cuanta montaña iniciática se conozca. Me gusta la alegoría que uso con un buen amigo que tengo, que la humanidad desea subir el Himalayas en polerita y pantoloncitos cortos. Estamos pésimamente educados en el espíritu. Tenemos la visión casi caricaturesca del monje que se encierra a leer cuanto mamotreto de saber espiritual encuentra, esquivando mujeres desnudas o la visión de santones de oriente que hacen de algo tan noble una suerte de “mira, mamy, me iluminé”. A las alturas que estamos de esta larga película, ya casi parece grotesco que secretos carísimos que tenía cuanta orden iniciática que a usted se le ocurra, lo encontramos a unos pocos pesos en una librería de viejo o una feria persa. El discurso es el mismo: “la humanidad debía saberlo, era el tiempo”. Me van a perdonar todas esas buenas almas bien intencionadas, pero no les creo una palabra, pues mi sentido común me dice que ocurrió una traición de principios, faltar a promesas sagradas, romper voto de silencio, etc., Fíjese que en ninguna de estas expresiones nombré a la tan “querida humanidad” Parece una vision orweliana, pero no estamos lejos que el M.I.T. descubra el gen de la sabiduría y una transnacional lo compre a precio de oro y terminen ofreciendo “paquetes de iluminación” o “shamadis” al cómodo, pero respetable público.

 

2. NADIE SABE LO QUE PASARÁ MAÑANA, PERO SÍ SABEMOS LO QUE PASARÁ PASADO MAÑANA.

Pasamos por un crítico momento. No pretento sacar risas al decir que esta crisis se extiende desde que pisamos este planeta. A veces me pongo a pensar en aeones y kalpas y siento que es demasiado tiempo para deprimirse. El pasado mañana está más cerca de lo que pensamos. Entramos de lleno a una nueva película. Parece una de gangters, pues pronto no tendremos otra alternativa que evolucionar o evolucionar. No soy aficionado a las adivinanzas o pronósticos, pero hasta un mediocre tarotista debería acertarle que nos espera un mañana pésimo. Murphy decía “si puede ser peor, es que va a ser peor”.

Tal vez los servicios secretos de las grandes potencias nos terminen asombrando con la noticia de que Murphy era un gran iniciado. Nuestra condición en este planeta es insostenible. No tanto por la capa de ozono, ni la hambruna, sino más bien por la inmensa “capa de inconciencia” que padecemos. Podríamos darle muchos nombres, peyorativos, ofensivos, chistosos, pero siento que el más apropiado es aquel de las respetables señoras de campo: “aturdíos”. No conforme con eso, estas señoras continuan : estamos caros para malos.  Hubo un tiempo dorado, dentro de lo malo, que los castigos del cielo daban un buen resultado. El hombre como bestia se asustaba y retrocedía. ¿Se ha puesto a pensar que el apocalipsis prometido no llega porque se teme que no tenga ningún efecto?. El hombre sabio aprende con sabias palabras, la bestia a palos, el hombre contemporáneo no entiende, eso es todo. A esta generación la bauticé hace un par de años como “la generación ¿y?”.

Ponerse a especular qué nos pasó eso sería creo yo un acto de maldad. Caminamos en círculos. Ya aparecerá un nuevo profeta que nos traiga la buenísima nueva y un tratado de un no despreciable canon de 1.000 mandamientos nuevos (o sea, todo denuevo) y cuando ya comprendamos o sería mejor decir, cuando logremos recordar, creo que ese será nuestro momento. Luego lo inevitable, la ascensión de las capas más evolucionadas y un largo respiro para olvidar este trágico bochorno.
Si la NASA se dá el gusto de lanzar sondas de exploración de nuevas civilizaciones y mostrar lo mejorcito que tenemos o tuvimos en este planeta, no quisiera ser menos y lanzar mi propia sonda al pasado mañana, y que pueda llegar a la playa de aquellos otros seres luminosos que seguramente la poblarán. Me conformo con un comentario escueto: “mira, en realidad no eran tan lesos, ni estaban tan borrados como parecía”.

3. DEFINITIVAMENTE, LA REALIDAD ES LA INICIACION.

Tal vez usted también recuerde con espanto aquella terrible expresion : “nos hemos convertido en dementes de Dios”. En teoría, los hombres más evolucionados gracias a su dogmatismo o ceguera espiritual, han desarrollado a fuerza de practicar y practicar espiritualidad, lo que suelo llamar “virtudes patológicas”, es decir, virtudes inservibles. Seres humanos que intentan ser útiles y sin embargo terminan causando más daño que beneficio. Algún sabio los llamó genialmente “sinceros equivocados”. Aquellas personas que se encuentran en la disyuntiva más patética de una existencia: crer que saben o como aquel mismo sabio los denominó, aquellos que ignoran que ignoran. No es muy difícil que muchos seres humanos nos encontremos dentro de esta triste clasificación, por ello pienso que la reflexión continua es la única medicina a esta nefasta enfermedad invisible.

Al correr de los años he descubierto que la verdadera iniciación es la realidad. Es díficil en un par de palabras definir o acercarse a lo que podríamos denominar “realidad”. Aquello requiere descargar una cantidad no despreciable de “software” y nomenclatura minima. Pero intentemos un acercamiento. La realidad immutable es un código encriptado en la Naturaleza. Nuestros antepasados lo llamaban “lenguaje de pájaros” . No se conformaron en darle un nombre, sino que lo llevaron a un lenguaje escrito: la escritura cuneiforme. Desde aquellos tiempos remotos, el lenguaje de los pájaros es la forma que los “invisibles” parlan con los seres humanos. Los alquimistas eran y son la casta iniciada por excelencia en este lenguaje, cuyos alcances están mucho más lejos que las meras explicaciones a esto o aquello (el “explicaciómetro” tan necesario en muchas doctrinas), sino es un gesto de genuina buena voluntad en alcanzar membresía en el enigmático idioma de la vida. Lo curioso y hasta jocoso es que este idioma está al alcance de quien así lo desee, más requiere de un simple, pero no menos terrible gesto de nobleza: no hacerse trampas en el solitario, o lo que podríamos decir de una manera más simple, no jugarle “chueco” al espíritu a solas. Creo que no debo ahondar en la necesidad de aclarar que “para jugar chueco” es necesario estar consciente de estar haciéndolo.

Es verdad, ya estamos todos maduros para hablar las cosas tal como son: las lecturas espirituales, hablar del espíritu, escribir del espíritu, etc. no tienen ninguna validez si no se respalda con una genuina práctica diaria y continua de todo aquello. Al igual que una gran parte de los seres humanos , tal vez usted estará tan desilusionado del mundo como de sí mismo. Creo que ese es el primer síntoma positivo de que “vamos bien encaminados”. El segundo elemento lo aportó el sr. Mircea Eliade en su estudio de pueblos arcaicos : la noción del asco como instrumento de defensa del Ser y como elemento de contemplación.

El tercero lo aporto yo sinceramente: la íntima certeza de imposibilidad de trascendencia. Esto dicho en palabras simples: busqué por aquí, por allá, leí, practiqué, me sacrifiqué, etc, etc. y no obtuve resultados. Estoy convencido que quedé jaque mate ante la vida, en bancarrota interna. Parece casi casi la actitud de un sinverguenza, pero aquel hombre se acerca a Dios porque le “conviene”, no tiene otra alternativa de sobrevivencia. Lo paradójico del asunto que al parecer la divinidad “auspicia” tales “sinverguenzuras”. Es sano reconocerse en imposibilidad. Sano buscar ayuda y guía. Lo verdaderamente insano es insistir con esa idea cuando ya el cuerpo y el espíritu se han vigorizado y se continua “mamando” de los pechos de Dios. Ahí ya no parece una sinverguenzura, sino más bien estamos ante una real y total sinverguenzura. Es fácil y cómodo autodenominarse amigo de Dios, lo complicado es merecer esta denominación de Dios hacia nosotros. Y más complicado aún verificar que no necesita amigos, entusiastas ni menos defensores. A eso podríamos llamarlo “ubicarse” en el lugar que a uno le corresponde.

La expresión que pareciera quedar en el aire es: “Si vas a hacer lo que quieres hacer, no lo hagas porque dices ser amigo mío. Hazlo porque estás convencido íntimamente que lo quieres hacer”. La edad adolescente del espíritu consiste en hacer las cosas por convencimiento, no por hacerle un favor al cielo. Creo demás argumentar que la edad adulta consiste en la práctica continua de aquella hermosa palabra llamada Deber. “Voy a hacer esto porque es mi deber hacerlo”. Es un deber no de obligación ni emplazamiento, más bien es un deber de orden amatorio y contemplativo: “esto sólo lo puedes hacer tú. Es tú aporte a la vida. Así como se te dio la vida de forma personal e individual, así también es justo solicitarte un gesto personal e individual de agradecimiento”. Es la palabra de pase de tribus iniciaticas, es la moneda de embarque a través del doble lago de fuego, es la confirmación de “me das, te doy, porque al darte no detengo el flujo de la gratitud para con los otros que se inician o desarrolan en el misterioso recibir-dando”.

La realidad está encriptada en la Naturaleza. Algunos grupos muy, muy evolucionados le dieron nombres tales como Barakah, Nous, Abraxas, Aion, etc. a esta idea de “revelar quedando velado”, que no es otra cosa que haberse hecho parte de lo observado, haberse disuelto en el objeto amoroso. Cuerpo, alma y espíritu se han confundido con el misterio divino. Ahora ya no es necesario entender el lenguaje secreto, el iniciado se ha encriptado a sí mismo en el lenguaje de la Naturaleza y se ha velado también a sí mismo. De ahí su necesaria “desaparición”, que en estricto rigor no es desaparecer, sino haberse velado, haberse vuelto no captable por el ojo humano. Estar no estando, al igual que Dios, al igual que el misterio que guarda la Naturaleza.

4. PRIMERAS  NOTICIAS  ACERCA DE LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL (I.E.)

La Inteligencia Espiritual es algo que no puede lograr el hombre por si mismo. Es un Don regalado por Dios. A ese Don le llamo jocosamente “sentido común”. La capacidad sobrenatural de captar lo obvio, aquello que grita frente a nuestros ojos, que baila y gira bajo nuestros pies. Como usted se habrá dado cuenta, de vez en cuando las empresas de investigaciones de opinion nos sorprenden con estudios que nos dejan atónitos con sus reveladoras conclusiones: la mitad de la población representa el 50%; más de un 95% de los seres humanos duermen en la noche,etc.

El insoportable afán de estudiar lo obvio. Pero captar lo obvio sin mediciones ni estadísticas es cosa seria. Pasa por una capacidad sobrenatural de poder captar lo que está ahi, aquello que no pueden ver ni captar la gran mayoria de los seres humanos. Este “saber captar” en la Magia se denomina Poder, en el sufismo se llama “Barakah”,etc. ¿Lo ve usted? ¿Lo capta?. pregunta quien ve. El interlocutor habitualmente se encoge de hombros. No diria que se trata de una inteligencia superior, yo diría que se trata de una inteligencia divinizada. Creo que aquí estamos propiamente tal frente a un gran misterio. Es precisamente por esta razón que mis comentarios en torno a este tema serán escuetos y precisos. Todo el edificio de la Magia, la Alquimia, la Kabalah, la Mística en general se basa en la Inteligencia Espiritual. Ese “saber hacer” para llegar victorioso a la meta espiritual. Es aquello que hablaba el sr. Canseliet cuando comentaba sus experimentos fallidos habiendo pisando en las huellas de su maestro Fulcanelli y no haber podido lograr lo mismo que él, es decir, el triunfo en los trabajos alquímicos. Es de lo que hablaba Carlos Castaneda antes de dejarnos: “puesto que soy un imbecil, es que voy a morir”, terribles palabras en cuanto a recuerdos en torno a su impecable iniciador don Juan Matus, quien, en sus propias palabras, lo habia dejado en la puerta misma de la Libertad final. No pudo. No supo. Finalmente optó por formar grupos y hacer libros. En términos objetivamente espirituales es lo más cercano a lo que conocemos con la palabra fracaso. Bien lo afirma la sentencia del esquivo sentido comun: “quien lo sabe, lo hace; quien no lo sabe, lo enseña”.

Esta es la razón profundísima de por qué existen tantos maestros, profesores, guías, avataras, gurús y  tanto iluminado suelto que sólo desean enseñar, revelar, desvelar; y es ésta misma razón la que explica la causa de por que existen tan pocos seres humanos que anhelen cumplir con su deber espiritual sin tanto bombo y platillos: no se sabe sencillamente de lo que se está hablando. No se sabe hacer, no se sabe “poder ser”.  

No es extraño que los grandes Maestros que tuvo la humanidad descubrieran tempranamente esta triste debilidad que nos caracteriza, que, dicho sea de paso, tanto gustamos de esconder y justificar, tanto que llegamos ahora último a rendir culto a la decadencia con tal de no reconocer nuestro rotundo fracaso.  No saber, “no saber poder trascender” es algo que se terminará estudiando en las universidades del futuro. El hombre ya no mirará con el ceño fruncido “la cosa espiritual”, el “asunto sobrenatural” como el invitado pobre en la fiesta de la ciencia. Se llegara a descubrir que trascender se trataba de otra ciencia. Una ciencia tanto o más compleja que la astrofísica la ingenieria genética o la cuestión atómica. Se descubrirá el gen de la trascendencia, se descubrirán los fenotipos característicos del hombre mejor capacitado para el triunfo espiritual. Para entonces ya todo habrá tomado su orden natural, es decir, el Hombre al asunto sagrado y religioso, el mono a sus bananas. Mientras tanto nos deberemos resignar a comer cerros y cerros de bananas y lo sagrado a la buhardilla.

La inteligencia Espiritual es una cualificación, es un “actuar más en el Iniciado que él por sí mismo”. Es una ayuda invisible que se obtiene a 45º del suelo, es decir, orando, humillándose. Es un “saber dejarse hacer”. Permitirle a la divinidad que actúe en uno mismo. Porque la trascendencia es un misterio divino, no dado jamás a ser comprendido por el hombre. Una vez  más, es cuestión de sentido común, la trascendencia es el arribo de lo perfecto, ¿cómo querer capar lo perfecto con instrumentos imperfectos?.

Todo estudio serio de lo trascendente pasa por una ardua y difícil  terminología que no sabe de términos fáciles o accequibles. Lo dramático de todo esto es que sólo se tratan de atisbos o acercamientos, muchas veces sólo esbozos, a una comprensión de lo Absoluto. Porque dá la impresión que Dios se complace en confundir a los eruditos. Tal vez es otra forma de decirnos que nada podemos comprender sin su ayuda, sin que Él nos guie como niños de la mano. Parece poesía, pero de verdad la poesía es sólo un acompañamiento de lo que digo: la Inteligencia Espiritual consiste en tomarle la mano a Dios y permitir que Él nos guie. Eso era todo. De eso se trataba todo.

El hombre tarda toda una vida en descubrir lo obvio: NO PUEDE. A ésto el sr. Gurdjieff le puso un apellido, no puede SIN AYUDA.  Ilusión del hombre es creer poder. Se esfuerza, madruga, trasnocha y finalmente no puede. Y llora, impreca y gime como niño alejado de su padre. No puede solo, pues aún no comprende lo esencial: no basar su poder en si mismo. Eso es lo que provoca fracaso en él. Pues lo perfecto se logra sólo mediante lo perfecto. Reconocer ésto requiere de mucha humildad , para reconocer lo obvio otra vez, que solo Dios es Dios y que uno  es polvo.

Humildad que ayuda a ver lo esencial: no volver a hacerse nunca más falsas expectativas en uno mismo si se anhela el triunfo espiritual.
Ya lo ve usted, la Inteligencia Espiritual es un Don sobrenatural de captar lo obvio, lo evidente…a tiempo.