La Nota Perfecta


La nota perfecta es una lista de seres humanos como usted o como yo que dieron la nota máxima de perfección espiritual.

La Lista no es antojadiza ni mucho menos arbitraria. Está basada en el cumplimiento cabal de principios básicos de perfección espiritual, hallada no sólo en textos cristianos, sino también budista, islámicos o judíos. Tales principios son:

  • Altísimo nivel de Conciencia.
  • Desprendimiento
  • Amor Consciente
  • Sacrificio Consciente
  • Altísimo nivel de caridad
  • Altísimo nivel de Buena Voluntad
  • Sincero Amor por la Humanidad
  • Sacrificio Consciente del maltrato de sus semejantes.

La corona de perfección no es en este caso un premio como lo entendemos todos, de la cual puedan gozar o disfrutar, sino es de orden divino.

Es decir, puede ser la corona del martirio, del sacrificio, del dolor, del sufrimiento o del maltrato de sus semejantes.

Todos ellos tienen un denominador común: haberlos aceptado voluntariamente para que sus hermanos sean purificados, liberados o perdonados de sus culpas y pecados ante el corazón de Dios.

A éste rarísimo tipo de joyas, en la antigüedad les llamaban: “prendas propiciatorias”.

En sencillo: yo sufro por ti, yo lloro por ti, yo me enfermo por ti, yo muero por ti. y así lo hicieron.

No necesita mayor explicación.

Guardemos silencio y aprendamos de su ejemplo, porque ellos están situados a unos escasos cientos de años luz del común de los seres humanos.

Al HALLAJ


Husayn ibn Mansur, nació en Bayda, en un lugar llamado al-Tur en 857. Según su hijo Hamd-b-Husayn-Mansur “Fue educado en Tustar y se hizo discípulo de Sahl ibn Abdullah Tustari, durante dos años, tras loa cuales se trasladó a Bagdadá. Fue llamado por sus encendidos sermones “cazador de conciencias” (hallaj al-asrar) y el apodo de hallaj, por su brevedad, fue unido a él. Fue llamado en diferentes regiones donde realizó su labor de Profeta como “el intercesor”, “el proveedor de legumbres”, “el sagaz”, “el cardador de conciencias”, “el extasiado”, “el deslumbrado”, etc. Estos epítetos y la enorme cantidad de personas y discípulos que le seguían, le valió la envidia y murmuración de sus enemigos, los “ulama”, doctores eruditos (¿dónde hemos escuchado esta historia antes?), quienes le trataron de brujo, loco, “que hace milagros y su oración es escuchada por Dios”, de divulgar sin discernimiento secretos divinos, que amenazaban la seguridad del Estado (la definición de la zandaga, el anatema taktir, etc.). fue apresado y encarcelado. Por intercesión de conocidos fue construida una pequeña casa cerca de su celda. La puerta principal fue tapiada. Pudo recibir un tiempo a visitantes, más luego fue aislado cinco meses. Cuando fue sacado de su celda, su hijo le recuerda diciendo estas palabras: “ilusión, ilusión”, largo rato después exclamó: “verdad, verdad”. Luego de la enorme exaltación de sus predicas, su enorme luz, sus milagros, en sus palabras dirigidas a Dios “quiere ahora que yo sea encarcelado, juzgado, ejecutado, conducido al patíbulo, entregado en cenizas a los vientos de arena que las dispersen, a las olas que jugaran con ellas”. ¿Incienso su vida, quemado para Gloria del Señor?. Su obra, su gran ejemplo, fue un enorme lamento por la enorme multitud aturdida y confundida, “más ciega que los animales, más ciega incluso que las camellas”, fue su servidor Ahmad-ibn Fatik quien le dijo la noche antes de ser ajusticiado: “maestro, légame una máxima”, él respondió: “¡Tu alma carnal!. Si tú no la domas, ella te domará”, a la mañana siguiente le cortaron las manos y los pies, tras haberle flagelado con quinientos latigazos. Luego fue izado en la cruz, a la mañana siguiente le bajaron para degollarle, luego su tronco fue enrollado en una estera, rociado de petróleo y quemado, a continuación sus cenizas fueron llevadas a Ras al-Manara para que el viento las dispersara. Era el 27 de marzo del 922. Desconcierta el relato que su hijo cuenta en sus notas:

“Ahmad ibn fatik Baghdadi, discípulo de mi padre, me contó tres días después de su muerte: “yo he visto en sueños al Señor de la Gloria (es decir, Dios), como si estuviera delante de el. Le preguntaba: “Señor, ¿qué te ha hecho Hussayn ibn Mansur?. él me dijo: “yo le desvelé uno de los atributos divinos (mana), pero él se lo apropió predicando por su cuenta, así yo le he infligido el castigo que has visto”. (Sin comentarios). Místico y mártir sufi , es considerado “pilar místico del Islam, condenado a muerte el 309/922 de nuestra era, después de un proceso politico, denominado una “causa célebre”. Denominado “Mansur Hallaj”, fué él quien desde lo alto del cadalso en la plaza del Abassiya pronunció el grito apocalíptico divino: Ana’l-Haqq, “yo soy la verdad”. Recibió, pues “el más alto de los destinos”, así suele ocurrir “a quien bebe vino con el León en pleno verano”. En sus palabras entregadas en un dístico: “He buscado por toda la tierra un lugar donde fijarme, pero no encuentro en la tierra, lugar donde fijarme; he obedecido a mis deseos, y ellos me han esclavizado. ¡Ah! Si me hubiera contentado con mi suerte, todavía seria libre”. 

Su vida llegó a nosotros los occidentales gracias al trabajo de Louis Massignon (1883-1962), quien se dedicó desde los veinticinco años hasta el resto de su carrera como islamista a la figura de Hallaj, legándonos una obra monumental de cuatro volúmenes llamada “La pasión de Hallaj”, considerada un hito en las investigaciones religiosas.

LOS CARTUJOS


San Bruno nació en el año 1.030 en Colonia, en Renania del norte-Westfalia, Alemania. Fue Hugo de Grenoble quien regaló a este santo unas tierras apartadas al norte de Grenoble, en gratitud por todo el bien que le había ocasionado su presencia en su formación, estas tierras eran conocidas con el nombre de Cartusia, y fue ahí donde San Bruno se retiró con otros seis de sus compañeros para aislarse del mundo y dedicarse de por vida a una via silenciosa y de estrictísima observancia. Así erigieron lo que se conocería como La Gran Cartuja (Grande Chartreuse), con una sala capilla y diversas celdas individuales. Este fue sólo su inicio, pues no seria años más tarde, en 1.127 – 1.128, Guigo, el quinto prior de la Cartuja, la fundó formalmente, escribiendo las “Consueltudines Domus Carthusiae”. En 1.133, el papa Inocencio II, aprueba esta regla estricta de cumplimiento de vida eremítica (voto de obediencia, de soledad y ayuno).
Podríamos denominarlo uno de los pulmones espirituales más importantes del planeta. Exacto, mientras el planeta se enreda en guerras, hambruna y rebeldías, ellos contrapesan la balanza con un silencio perpetuo, oración y actos continuos de penitencia y propiciación. Una vez más lo reitero: estamos a escasos cientos de años luz de evolución espiritual con ellos.