UNA GALERIA DE GIGANTES Y MI SANO DESPRECIO A LA MÍSTICA ABC1


Un gran conocedor es ante todo un Gigante. Todo Gigante cumple en si mismo diversos “requisitos” que le presentan sus circunstancias. Creo necesario describir algunos de estos estándares que los igualan:

1. LA ENORME SOLEDAD (O CÓMO HACERSE DE UN PÉSIMO AMIGO SINCERO).

Cioran pensaba que realmente solitario es aquel a quien ya no se le puede ayudar. A los Gigantes les pasa algo similar. Aquella visión, aquel poder que sustentan los hacen ante todo solitarios, es decir, hablan para el futuro, en ningún caso pueden ser ya ayudados por sus semejantes, creo que de ahí su hablan para el futuro, en ningún caso pueden ser ya ayudados por sus semejantes, creo que de ahí su desdichada búsqueda de lo divino, pues tan sólo lo absoluto pareciera calmar su angustiosa sed, su hambre insaciable o el sanar su enorme herida. Sus contemporáneos son sólo oyentes, están alrededor de ellos, más no tienen ni pueden compartir su genuina genialidad. A lo más se hacen sus discípulos, sus recipientes o, en la mayor de los casos, en sus “parlantes”, que repiten y repiten palabras, gestos e ideas que ni siquiera intuyen su real significado.

Habitualmente sus seguidores terminan haciendo libros de lo que “dijo el maestro”, más, en la práctica aquellos libros se transforman en un excelente material de desinformación del maestro. Habitualmente encontramos en estos temas que el discípulo es el peor amigo del maestro, pero su sinceridad es lo que lo salva de terminar en el infierno, pues practican uno de las peores virtudes existentes: destruir queriendo ayudar virtudes existentes: destruir queriendo ayudar sinceramente. Es claro que estos Gigantes presienten en toda su magnitud las palabras de Balzac: “No discutas seriamente con quien antes no haya aceptado una de tus ideas. A los demás óyelos, toma nota y saluda con cortesía”.

2. EL GIGANTE HACE A LA ESCUELA Y NO LA ESCUELA AL GIGANTE.

El Don o el Poder es algo que se otorga gratuitamente, y son estos Gigantes los depositarios de este enorme regalo, el cual es efectuado por causas que escapan a mi entendimiento e interés. Son Grandes, eso es todo.

Habitualmente las escuelas esotéricas se vanaglorian mostrando sus listas de ilustres, asegurando que “de esta Orden salió este gran Iniciado” o de esta otra “germinó este otro”. La verdad de las cosas es que es así, sólo que nos separa de la verdadera verdad un pequeño detalle: es al revés, el genio hace grande con su presencia a la Orden o a la Escuela que visita. Es un hecho indesmentible que las clásicas órdenes esotéricas no serían lo mismo si no hubiesen contado con la suerte de la participación de seres tan geniales como Jacob Boehme, Conde de Saint Germain, Cagliostro, Ragon, Madame Blavatski, etc.

Sin ellos, estoy seguro que no hubiesen sido mas que un grupo de hombres ingenuos y torpes jugando a ser especiales y alambicados y que no hubiesen ido mas ALLÁ del cruel epíteto de ser un “club de toby”.

El respetable público al no poder ni siquiera vislumbrar las pisadas del genio no haya nada mas inteligente que construir alrededor de su nombre una escuela o un nuevo “ismo”, que, en palabras simples, podríamos describir como “vamos a dedicarnos los próximos cien años a descifrar qué nos quiso decir nuestro maestro y si fallamos, por último tenemos la infalible carta debajo de nuestra manga: repetir, repetir y repetir”.

3. EL GENIO APORTA DOS O TRES IDEAS. EL DISCÍPULO APORTA LA CHACHARA.

Llegar a aportar una idea nueva es un hecho notable y extraordinario. Requiere habitualmente el dominio y control de todo el espectro y sus respectivas variables, es decir, dominarlo todo.

Quiero ser enfático: sólo aquel que logra aquel dominio puede aportar una nueva idea, o sea, algo que nadie haya dicho antes o algo que nadie haya hecho antes. Usted encontrará en esta lista un gran espectro de enormes eruditos, de grandes investigadores, de grandes sabios, de grandes místicos, de grandes artistas, etc., que si logra ver con agudeza se dará cuenta que toda su grandeza se resumió a una o dos ideas frescas en torno a lo global. Es claro que hay que cuidarse mucho de creer ser original con nuestras ideas, pues a lo sumo se termina descubriendo que toda nuestra originalidad se sustenta en la propia ignorancia.

Sudar y sudar, leer, leer muchísimo, investigar sin cansancio, es el único remedio para aquella enfermedad trágica de creerse original.
Habitualmente cuando se abandona esta idea adviene el trabajo duro y sincero, y con ello la genialidad, la que, como usted se habrá dado cuenta, la juzga sólo la historia, pues los contemporáneos están inhabilitados para efectuar tal veredicto.

4. LOS GRANDES MAESTROS SE CUIDAN DE NO ESCRIBIR LIBROS, NI DEJAR DISCÍPULOS.

Una Buena forma de reconocer a un gran maestro es por la ausencia de libros escritos. Podríamos decir que su vida fue el testimonio único que quedó de su paso por esta existencia. Lo preocupante de todo esto es que a menudo sus entusiastas discípulos terminan escribiéndolos.

Recordemos que es frecuente en un gran maestro su negativa a formar discípulos, por una razón que ya parece obvia, pero igual la tenemos que decir: lo terminan echando a perder todo. Así, a menudo, llegaron hasta nosotros precarias observaciones o transcripciones lamentables de lo que realmente dijo el maestro. En muchos casos no nos queda otra alternativa que encogernos de hombros o, a lo sumo, elucubrar al respecto. Le llamo a esto “el raspado de la olla” o “los comentarios de los comentarios de otros comentarios”. Aquí tiene una larga lista de autores, desengáñese por sí mismo. Intente encontrar alguno que cumpla algún requisito mínimo. Si lo encuentra, le sugiero que no lo comente, vívalo mejor. A los maestros verdaderos no se les sigue, se deben ser devorados, digeridos, así uno termina siendo una misma cosa con ellos*

Escribir libros es un ejercicio de vanidad, una absoluta pérdida de tiempo. El autor siente que tiene algo importante que decir o contar y pretende instituir modelos nuevos de pensamiento o incluso de conducta. El verdadero maestro busca la libertad, la pregona, la auspicia y la defiende incluso con su propia vida. Desacondicionar, desaprender, desestructurar han sido sus verbos por excelencia. El escritor, en cambio, discute, se deprime o hasta se encoleriza por un par de ideas, las que a menudo no le son propias, ya que es evidente que su tarea última es condicionar, estructurar y pretender enseñar nuevas formas de aprender. Uno busca desasirse, el otro busca asirse aún más. Uno se encamina a la nada, el otro busca la totalidad.

Uno busca diluirse, el otro busca inmortalizarse. Es asunto serio escribir libros. Personalmente, mi vida de aprendiz de escritor acaba con estos seis últimos que ahora presento; no me interesa ni apasiona seguir escribiendo ni siquiera un par de líneas más. Siento que ya he hecho daño suficiente a mí mismo y a mis semejantes. Quiera Dios que al igual que un monje zen avanzado algún niño los tenga en sus manos y los termine echando al fuego, susurrando en perfecto dialecto animal “te libero Jaime Aliaga de tu funesto error, ahora vive libre tu vida”.

5. LOS GENIOS NO SALEN DE VACACIONES DE SI MISMOS.

Están las veinticuatro horas del día en sus asuntos, en otras palabras, ellos tienen la extraña virtud de no salir de vacaciones de sí mismos.

Habitualmente en las clases educadas causan a primera vista una fuerte impresión y admiración por sus comentarios, análisis y lúcidos aportes, pero luego, muy luego, la audiencia se aburre, se distrae o muta a otros asuntos y lo que antes era un aporte importante termina siendo una carga y un estorbo. El hombre cotidiano simpatiza con el eterno devenir de sus acciones y pensamientos, a ello les da un carácter de necesario y saludable. Al genio, por su parte, lo consume una sola idea y no descansa hasta no verla dilucidada, tiempo que coincide con el comienzo de una nueva inquietud.

En tanto el hombre cotidiano lo mira con espanto cuando adivina lo sobrehumana de su marcha y de su tranco. El genio no sale de vacaciones, pues vive eternamente de vacaciones en las playas más agradables y hermosas que puedan existir: la inteligencia salvaje y el asombro continuo. Qué maravilla Alexandra David Neel, Hildegarda de Bingen, Margareth Murray, Santa Teresa de Jesús, etc, concentradas en su genio, conscientes a cada momento de su deber y aporte que quisieron legar a la humanidad. Sonrío al imaginarlas con amigos o conocidos que le pedían no ser tan “fanáticas”, más las veo esbozar una sonrisa y muy tarde, en lo profundo de la noche, las veo arrulladas por una luz tenue y abrazadas por el silencio de sus continuas meditaciones y preguntas.

Pienso continuamente en lo difícil que es amar a un genio (si éste mora en cuerpo de mujer u hombre poco importa la diferencia). No es raro que éste sólo tenga un verdadero amor en toda su vida: la presencia eterna y enigmática de la divinidad. No es muy difícil adivinar el por qué: por ser él precisamente la viva representación de la divinidad, creador, solitario, enigmático, obsesivo, devorador* El genio encuentra en Dios al único niño que entiende sus inquietudes y juegos. Ríe con El, llora con El, le impreca, le busca, le abandona, para siempre buscarle a la hora de sentir la aplastante soledad que dan las alturas y las profundidades que acostumbra visitar o morar.

El genio, a mi modo de ver, es el regalo que nos hace la divinidad de su sagrada presencia, es la shekinah que nos regala en la aldea o la ciudad sin mediar ritos ni invocaciones. Habitualmente se agrupan en una cantidad pequeña de kilómetros a la redonda (muchas veces sin saber o intuir sus respectivas presencias), otras veces forman selectos grupos de almas iluminadas.

Podemos dar como excelente ejemplo aquel valle de mentes brillantes que constituyo Eranos a mediados del siglo XX; nombremos algunos de esta enorme constelación de genios: Mircea Eliade, Gershom Scholem, Karl G. Jung, Henri Corbin, Louis Massignon, Ananda Coomaraswamy, Giuseppe Tucci, Rudolf Otto, etc, los que el mismo Eliade denominó “comunidad internacional de sabios, que se han consagrado al estudio y la interpretación de todos los aspectos de las realidades religiosas”.

Bien vale, creo yo, incluirlos por derecho propio en esta galería de verdaderos gigantes.

6. EL TRÁNSITO DE UNA ESPIRAL QUE SE ALEJA DE LO FÁCIL ( NO A LA MÍSTICA ABC1)

Acérquese con respeto a la obra de cualquiera de estos Gigantes y se dará cuenta que difícilmente se “sacarán conejos del sombrero”. Detrás de ellos hay una dedicación genuina de largos años de trabajo, alejados de las respuestas fáciles y “tranquilizadoras”. Para que se entienda mejor, debo decir que contrario a ellos se encuentra lo que denomino “la mística ABC1”, alusión carente de ironía directa a este exclusivo sector socioeconómico. Lo que ocurre es que habitualmente esta “mística”, al igual que aquel sector busca comodidad, espacio, logro, confort, etc. sin efectuar en determinadas circunstancias un largo y exhaustivo trabajo en el tiempo, es decir, se aburren rápido, se desilusionan rápido.

Esta actitud general ante las cosas la podemos poner como ejemplo para denominar a aquel grupo de personas que estudian o practican mística y tal como los anteriores quieren resultados “rapiditos”, fórmulas que siempre resulten, ejercicios que no entorpezcan la rutina diaria, una doctrina que reafirme la condición regia de la propia economía y comodidad, un gurú que aliente la propia conveniencia y el disfrute barato de los apetitos “legítimos” del cuerpo, en fin “alguien que nos ayude, pero que no nos moleste y estorbe”. Quiero dejar en claro que jamás aparecerá ninguno de estos santones ABC1 en esta lista.

Bien sabe usted que puedo nombrar a diez o veinte, más el perfil fue tan bien hecho que se nombran solos.

En esta lista usted encontrará muchas lágrimas de frustración, mucho trabajo, muchas investigaciones que no acabaron necesariamente con la “formula que siempre resulta”, muchas preguntas que jamás fueron contestadas a cabalidad, mucho sacrificio mal retribuido, etc. Aquí encontrará a hombres y mujeres verdaderos, tal cual como es la vida: bella, horrible, fácil, ¡explicable, feliz, trágica, fascinante o desdichada. De pronto usted querrá ver a un santo y si lo estudia mejor descubrirá también a un degenerado; de pronto verá a un sabio que cultiva también aquel noble arte de la estupidez; verá a grandes dignatarios y filósofos cometiendo pecados propios del pueblo burdo y torpe; verá a un zapatero elevado a un prestigio indecible y a un gran erudito humillado a la ignorancia más cruel.

Usted podrá preguntar entonces ¿qué los hace Gigantes? La respuesta es sencilla, pues no deseo profundizar misterios que no son dados a un hombre cruzar, los hace grande Dios, eso es todo. Tarea de ellos y de los hombres es soportar dignamente esta horrible bendición.

Comencemos entonces con esta galería de sabios y sabias. Cada biografía será hecha a la luz de mi experiencia al leerlos, consultarlos y ocuparlos en mi formación, a modo de notas de página. San Google es ubérrimo en biografías enciclopédicas. No me interesa competir en esas grandes ligas. Lo mío es mucho más quitado de bulla. En fin, espero que no sean menos de trescientos. Sólo el tiempo lo dirá.


OSKAR ADLER

Nace en Viena el 6 de junio de 1875. Doctor en medicina, brillante esoterista. Violinista y músico de cámara, cultivó una estrecha amistad con Arnold Schoenberg.
Confieso que pocas obras han alcanzado a reportarme mayor placer intelectual de leerla como sus brillantes conferencias dictadas en Viena entre los años 1930 y 1938, ante un auditorio perplejo por su avasalladora erudición. Aquellas conferencias trataban de un tema reservado hasta entonces para señoras de club esotéricas: la astrología. Pero el sr. Adler le pone pantalones largos a esta noble ciencia. Pantalones largos y tenida de gala. Después de haber leído en mi juventud astrología hermética, comencé desganadamente a leer su libro, más al poco avanzar me di cuenta que estaba

ante un genio. Fino, culto, profundo, como buen violinista gusta de anidar en la ultima nota de su violín y ahí se queda hasta que termina su libro.

Brillante. Es un placer que un hombre culto no puede negarse.
Aquellas conferencias fueron publicadas con el nombre de “La Astrología como Ciencia Oculta”.
Fallece en Londres en 1956.

SUS OBRAS
La Astrología como Ciencia Oculta (Das Testament der Astrologie).
Critica de la Música Pura (Die Kritik der reinen Musik).
Introducción al pensamiento Esotérico (Einfuhrung in das
esoterische Denken)